Crónicas

Mi historia comienza aquella misma mañana de mayo en que nací. Fui llamado Santiago en honor al apóstol. Siendo contrario a los deseos de mi padre fui a nacer, al igual que mi hermano, en Madrid. De padre gallego y madre andaluza, tuve la suerte de recibir una buena educación en varios de los mejores colegios. Tras la separación de mis padres a la edad de 10 años, acabé trasladándome a vivir con mi padre y mi abuela a Vigo. Ahí estuve viviendo, en tierras gallegas, y como ha sido hasta hoy, siempre a caballo entre estas dos ciudades.

Nunca he tenido poderes extraordinarios más allá de haber dado con buenos amigos con los que pasé una adolescencia divertida y llena de experiencias que creía inolvidables. La curiosidad que me acompaña bien mezclada con altas dosis de imprudencia adolescente, me llevaron a saborear, en la medida que pude, el placer de todo lo desconocido. Quizás haya sido ese magnetismo por conocer todo lo nuevo, lo que provocó que al mismo tiempo me aburriera de todo, como me sigue pasando, con relativa rapidez. Esa búsqueda incansable de todo lo nuevo me acompaña hasta estos días y posiblemente sea la razón por la que no he conseguido asentar cabeza ni tener claros los objetivos de una vida. Neofilo por naturaleza y desde siempre, obsesionado con destripar los misterios de cualquier aparato con botones y que hiciera “bip bip”, hoy podrían definirme como bastante geek. La tecnología es sin lugar a dudas, mi pasión y la razón de muchos desvelos.

Una buena amiga de Vigo, cuyo nombre empieza por “C” de cigüeña, ha sido quien me ha tentado a hacer esto que estoy escribiendo. Es suya mi gratitud por haber agitado una vez más y esta vez de forma notoriamente pública, mi afición ya casi olvidada por la escritura. Sin querer caer en la arrogancia o el egocentrismo y no siendo muy amigo de redes sociales ni webs personales, probaré a dar un nuevo salto, no sin miedo escénico, al mundo del blogging. Reconoceré que nunca he sido de las personas más entrañables, ni la sociabilidad ha sido mi mejor virtud. Mucho menos, desde luego, lo es ahora. Aún con todo, espero ganarme vuestra simpatía y si apenas alguna sonrisa consigo sacaros, un ápice de cariño o apenas un mínimo de interés, podré darme por satisfecho. Mi más sincero agradecimiento por haberme leído hasta aquí.

De ahora en adelante y por si a alguien le llegara a interesar, continuaré escribiendo sobre las andanzas de este extraño ser. De cómo ha llegado a la tierra y de cómo ha conseguido sobrevivir hasta hoy, en un mundo que muy cerca de la locura, está todo construido del revés.


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Corría el año 1979 cuando a partir de una serie de operaciones, los médicos detectaron que mi capacidad de cicatrizar, así como la flexibilidad de mi piel y articulaciones, no era normal. Se procedió, como establece el protocolo CD68, a informar a mis padres de que sufría un extraño síndrome cuyo nombre no viene al caso. El protocolo mediante el cual, los médicos deben menospreciar esta sintomatología, no tiene otra finalidad que evitar el pánico derivado de conocer que tienes un hijo con una especial trisomía tansgénica cuya procedencia es del todo incierta. Esto es, sin querer meterme en tecnicismos médicos, una mutación del cigoto que ha sido causa de introducir una tercera parte de material genético. Para mayor misterio, no existen datos hasta la fecha y de forma oficial, que hayan censado a estas nueva especies entre las que se encuentran multitud de especies reconocidas.


De forma extraoficial y sin ánimo de alarmar a nadie, estudios privados en el área de la genética, han desvelado que este material genético, en la tierra, no ha existido nunca de forma independiente. Aislándolo y mediante técnicas avanzadas de clonación, se ha conseguido sacar adelante unos embriones cuyos resultados son bastante insólitos.

El primer especimen es necesariamente acuático, parecido a los anélidos pero mucho más grande y el segundo, en principio parecía ser un extraño mamífero adaptado perfectamente a las condiciones medioambientales que llamamos normales. Ambos son asexuados por lo que se comprende su necesidad imperiosa de parasitar a otro individuo para conseguir su propagación genética. Es la primera vez que se encuentra una especie incapacitada para la reproducción desde que se descubrió el funcionamiento de los microscópicos virus.

Con estos resultados no se comprende cómo un material genético pudo evolucionar de forma tan compleja sin ayuda de la reproducción sexual que actualmente conocemos. No considerándose una amenaza para el resto de animales y muy especialmente, para el hombre, se ha desestimado la necesidad de un estudio más exhaustivo que por otra parte, a día de hoy, está muy limitado.

¿Seré un extraterrestre? ¿Es esto posible? ¿Por qué me ha tocado justo a mí? Al menos espero no ser familia directa de un gusano de tentáculos... aunque tenga sus ventajas.

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